Se acerca la semana, los 7
días de la dieta, y es motivo de celebración de logros obtenidos. Bueno,
digamos que no es un motivo de festejo, pero si de recompensas, aunque no son recompensas
específicamente materiales, sino morales. Luego de 1 semanas de sacrificio, 7
días de medir las calorías, 168 hs de no disfrutar los momentos de sentarse a
la mesa, 10.080 minutos de ignorar los ruidos de nuestra panza y 604.800
segundos de rezar al cielo que se termine pronto esta pesadilla, es momento de
análisis de resultados obtenidos.
Me estoy dando cuenta que
cada lunes será así, en el período “dieta” por lo que el malestar que me
generaban los lunes ahora puede tomar 2 caminos: uno, positivo, sería notar
visiblemente resultados de la dieta, y dibujar una sonrisa en mi cara de lunes,
algo que no es muy sencillo de lograr. El camino negativo me podría hundir,
esperemos sea solo teórico y no práctico. Si me despierto el lunes, con el
humor del día que se caracteriza, con un listado de obligaciones interminable,
y por sobre todo, hinchada y sin resultados de la dieta, el humor de mi cuerpo
puede generar una bomba nuclear que amenazaría al mundo completo por haber
nacido. Por lo que, esperemos nunca suceda este camino, aunque las probabilidad
de que suceda sea de un 50%. Aquí me apoyo en los teóricos de la decisión, como
Herbert Simon, quienes dirían que los tomadores de decisiones siempre nos
inclinamos por las decisiones optimistas, y juro que me conviene hacerlo en
este momento.
La buena noticia es que mi
lunes ha dibujado una sonrisa en mi cara. Por lo que, la continuidad de
vuestras vidas continúa en carrera. Cabe aclarar que la sonrisa es pequeña,
pero es una sonrisa al fin. El trabajo de ida fue sencillo puedo concluir,
comer, comer y comer, y tomar. Y me ha llevado a donde estoy hoy. El trabajo de
regreso es tedioso, difícil y desafiante. Cerrar la boca: “ferme la bouche”. Esa
es la solución, así que por eso escribo. A ver si el aire también me
engorda?!?!?!
Arreivederci!!!
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